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Por Íñigo Zurdo

COLUMNA QUIÓBOLE- QUIÓBOLE. Las tendencias electorales de las pachecas empresas encuestadoras ofrecen hoy un panorama muy distinto al que se apreciaba al principio de este atrabancado proceso electoral: el aspirante priista, Enrique Peña Nieto (mejor conocido como Quique Gel Boy) sigue encabezando por mucho las preferencias ciudadanas, pero ahora le sigue Andrés Manuel López Obrador (el famosísimo Peje), candidato de las izquierdas, con no menos de 15 puntos porcentuales atrás, pero con crecientes mejoras en su intención de voto. Josefina Vázquez Mota (la percudida aspirante blanquiazul) baja a la tercera posición, apenas 3 o 4 puntos atrás del tabasqueño.

Así las cosas y a punto de entrar en la recta final de la carrera presidencial, la lucha se perfila entre un AMLO que busca ser el “caballo” que alcance y venza; y Peña Nieto que busca con todo tipo de marrullerías hacer tiempo para llegar cómodo con sus casi 20 puntos porcentuales de ventaja (creo que Empatuca Ferreti es su entrenador).

En el primer lugar tenemos a Quique Gel, quien representa al PRI tecnócrata, el “neoliberal”, el de los ahijados de Carlos Salinas de Gortari, del recientemente fallecido Miguel de la Madrid y del subempleado Ernesto Zedillo.

Mientras que López Obrador, representa al PRI de Luis Echeverría (el de “¡arriba y adelante!”) y de José López Portillo (Jolopo), el de los nacionalistas revolucionarios, el del discurso izquierdista internacional, pero bien conservador para la política local (significativo fue la negativa de AMLOVE para recibir el simbólico beso de parte del activista social, Javier Sicilia, en la comparecencia en la que todos los aspirantes aceptaron tersos el ósculo del príncipe de las ong’s).

Así pues, el primer PRI neoliberal se ve más cerca de Díaz Ordaz o Miguel Alemán, mientras el segundo se identifica más con  Tata Lázaro Cárdenas. Los primeros se dejan seducir más por las enseñanzas de su formación universitaria yanqui, mientras los segundos con su discurso tercermundista, se afilan las uñas ideológicas con la Cuba de los Castro y la otrora Nicaragua de los sandinistas.

Mientras los priistas neoliberales se refugian en la disciplina monetarista del FMI, se adhieren a la rigurosa égida de la economía global y lucen su english en cuanto evento internacional asisten; los tricolores de la izquierda, cantan con Pablo Milanés aquello de “yo pisaré las calles nuevamente…”, le guiñen el ojo a Huguito Chávez, Evo Morales y la Kichner, además de que visten huipiles y calzan huaraches.

Mientras unos son pragmáticos y estrictos en el gasto público, los otros son dispendiosos y manirrotos (claro está, en ambos casos, con el dinero que no es suyo, faltaba más).

Mientras AMLO derrama su discurso amoroso a diestra y siniestra (más a la siniestra, off course), y promete regalos a todos si el voto lo favorece (regala becas, gasolina, energía eléctrica, pensiones, matrículas universitarias, nieves de limón, etc, etc, etc), el neoliberal Peña Nieto, obsequia su figurín de galán de la pantalla chica (en Puebla el acto de divulgación de sus propuestas más exitoso, es su imagen tamaño natural empotrada y lista, para que las damas se tomen la foto con él), diciendo cualquier cantidad de lugares comunes (como por acto de magia va a dar empleo, seguridad, salud, educación, cultura, etc, etc, etc), repartiendo sonrisas como quien reparte volantes y procurando abrir la boca lo menos posible.

Sin embargo a ambos corazoncitos tricolores los une algo que parece inherente a ellos, substancial a su condición, genético y hasta hereditario: su clara propensión a la transa, a la corruptela descarada.

Unos y otros, con huipiles y huaraches o hablando en inglés, sean egresados de Harvard o de la Nicolaíta de Michoacán, sean diputados o delegados, funcionarios públicos o dirigentes partidistas, lo hagan con “cuello blanco” o descaradamente con “las ligas de Bejarano”, lo hagan de día o de noche, lo hagan llorando o riendo, el patriótico tricolor mexicano en cualquiera de sus presentaciones, es fundamentalmente corrupto.

¿Y cómo no? Si son los creadores de las frases de la política mexicana como: “el que no transa no avanza”; “un político pobre, es un pobre político”; “vivir fuera del presupuesto, es vivir en el error”; “¡viva el año de Hidalgo, chingue a su madre el que deje algo!…”

Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca del PRI…. ¡¡¡Ay nanita!!!

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¿De dónde le van a sacar la popularidad?


El secretario de Hacienda, Ernesto Cordero Arroyo, quien goza del irrefrenable apoyo del gobernador poblano, Rafael Moreno Valle Rosas, ¿es un precandidato con perfil ganador? Creemos que no.

Si bien goza del apapacho presidencial, de su apoyo incondicional y de un puesto a nivel federal de suyo muy encumbrado, Cordero es más bien una figura gris y desabrida. Tiene el carisma de un burócrata del IMSS tras el mostrador y suele abrir la boca con mucha ligereza y con escaso entendimiento del timing político y de la conocida voracidad mediática, que le ha costado varias menciones negativas y etiquetas que le van a pesar mucho si quiere llegar al 2012 como candidato del PAN a la presidencia de la república.

Un par de ejemplos: los famosos 6 mil pesos mensuales que alcanzan para pagar coche, casa y escuela. Y sus palabras asegurando que le recuperación ya se sentía en los bolsillos de los mexicanos. Simplemente los datos dados por Coneval esta semana, lo ponen si no como mentiroso, si como un “exageradito”.

Se le quiere comparar con el propio Felipe Calderón hace seis años, que a estas alturas de igual manera nadie daba un quinto por su campaña victoriosa hacia el 2006. Sin embargo Calderón a diferencia del bisoño Ernesto Cordero, tenía ya una trayectoria política electoral mucho más desarrollada, había participado en campañas políticas, conocía –como lo sigue haciendo- como nadie las entrañas del panismo nacional, era un personaje panista muy conocido en los medios y sobre todo y lo más importante: Calderón tuvo el cuidado de separarse de la tutela presidencial de Vicente Fox. Para el guanajuatense el preferido era Santiago Creel y Calderón se le enfrentó y le sacó la candidatura al entonces mandatario.

En cambio Cordero Arroyo tiene cara de buena persona, se le ve más como un buen muchacho, muy bien preparado en el extranjero, pero con cero trayectoria político electoral, sin ninguna experiencia partidista e insistimos, con una carisma de burócrata sin comer a las 4 de la tarde. Su máxima virtud es ser amigo del presidente. Nada más, pero nada menos.

Así pues se reitera la pregunta: Enresto Cordero es a los ojos de Moreno Valle ¿un precandidato con perfil ganador?

Otra teoría mucho más perversa y por ello que puede ser más certera es que este apoyo tan magnánimo del presidente Calderón y del gobernador poblano, entre otros muchos panistas connotados más, es con el fin de colocar a Cordero en la boleta del 2012 con el fin de garantizar con esta candidatura blandengue, la victoria desde hoy ya perfilada de Enrique Peña Nieto del PRI, el hoy verdadero aspirante preferido de Elba Esther Gordillo. ¿Será?

Veo difícil que Calderón y el panismo mexicano se resignen a entregar la plaza de Los Pinos tan fácilmente. ¿O sí?

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